El corazón tiene razones que la razón no
entiende. Es ahí cuando se dice ¡basta! Tomas aire, respiras profundo, dejas
correr un tupido velo, cavilas, apartas aquello que no te aporta nada en tu
vida y actúa como un lastre y sigues por tu sendero con lo que te hace feliz y
te reconforta a nivel personal.
Cientos de consejos te imploran a ser un buen
ciudadano, ejemplar, parsimonioso, referente, humano y un sinfín de adjetivos
calificativos que quizás no tienen cabida en cuerpo humano. ¿Para qué?
Sinceramente para que seas una flor a ojo humano, buena, bonita y barata. Flor que
más que ser tratada como una damisela es insignificante en el trato que toma.
Para recibir primero hay que dar. Ahora bien,
si siempre das, llega un momento que de no recibir nada te quedas sin que
ofrecer. ¡Qué bello recibir! Y lo que alegra, pero ¡qué difícil dar! Y lo que
cuesta.
Para sabio ya está el tiempo, y este como tal
nos pone, humanamente hablando, en nuestro sitio. ¡Paciencia! Ya llegarán los
frutos a compartir. Cada día que pasa con menos “personajes”.
Sin dejar la nobleza en el sentimiento es más
que preciso aflorar la picardía en el trato meramente personal, pues queramos o
no tener una coraza impenetrable en un signo de debilidad, más tener un escudo
protector en las primeras tomas de contacto es algo necesario.
El fruto de una decepción es algo intrínseco
dado que sólo el hecho de esperar algo de alguien y no recibirlo es lo que
conduce a tal desengaño. De todo se aprende.
Nota: quien busque una mano que le ayude que
mire al final de su brazo.
En más de una ocasión hasta el más paciente se harta.